Artículo de Revisión

 

Rol del cardiólogo en el manejo de pacientes oncológicos. ¿Dónde estamos y a dónde debemos ir?

 

Role of the cardiologist in the management of oncology patients. Where are we standing, and what to expect in the future?

 

Cynthia Paredes-Paucar 1,a*

https://orcid.org/0000-0003-0734-6437

 

Teresa López-Fernández 2,a

 

DOI: https://doi.org/10.47487/apcyccv.v2i2.140

 

 

Resumen

 

Las enfermedades cardiovasculares y las enfermedades oncológicas constituyen la primera y segunda causa de muerte a nivel mundial, respectivamente. Los pacientes oncológicos tienen más riesgo de muerte cardiovascular, y los pacientes con enfermedades cardiovasculares tienen más riesgo de cáncer, y esta interrelación va más allá de la toxicidad relacionado al tratamiento oncológico. La cardio-oncología surge como subespecialidad capaz de manejar las complicaciones cardiovasculares en pacientes con cáncer; entre ellas, la disfunción cardiaca relacionada con antitumorales es una de las más temidas, y requiere una estratificación, diagnóstico, tratamiento y seguimiento oportuno. La creación de servicios cardio-oncológicos es una realidad que debemos construir a fin de cambiar nuestra práctica clínica y política sanitaria actual, con claras implicaciones a futuro.

 

Palabras clave: Toxicidad; Quimioterapia; Oncología Médica; Insuficiencia Cardíaca (fuente: DeCS BIREME).

 

Abstract

 

Cardiovascular and oncological diseases are the main causes of death worldwide. Cancer patients have an increased risk of cardiovascular diseases but, at the same time, cardiovascular patients experience a higher risk of cancer. This relationship goes beyond the toxicity concerning cancer treatment. Cardio- oncology goal is to facilitate cancer therapy by implementing preventive strategies that allow early diagnosis and treatment of potential cancer therapy-induced cardiovascular complications, being heart failure the most fearest one. The creation of Cardio-oncology services has the potential to impact daily clinical practice and public health, with clear implications into the future.

 

 

Keywords: Toxicity; Drug Therapy; Medical Oncology; Heart Failure (source: MeSH NLM).

 

 

Las enfermedades cardiovasculares (CV) y las enfermedades  oncológicas  constituyen   las   primera   y segunda causa de muerte a nivel mundial, respectivamente. En el Perú, para el año 2016,  una  de  cada cinco personas falleció por cáncer y una de cada seis falleció por afecciones cardiovasculares (1,2).

 

Aunque muchas veces estas enfermedades han sido consideradas dos entidades distintas, hoy en día se reconoce más de una interacción compleja en un nuevo campo disciplinario que es la cardio-oncología.

 

El término cardio-oncología fue acuñado en 1996 por el grupo Italiano de la Dra. Cardinale (3). Esta nueva rama disciplinaria surge con el fin de que el cardiólogo se especialice en el manejo de problemas cardiovasculares en pacientes con cáncer, y que mantenga un contacto cercano con el oncólogo para prevenir y tratar los efectos tóxicos cardiovasculares de la terapia oncológica, sin interrupción de esta (4).

 

 

Sin embargo, hoy en día la cardio-oncología abarca un campo más amplio y complejo que únicamente la toxicidad por quimio o radioterapia. Las enfermedades cardiovasculares y el cáncer comparten factores de riesgo modificables (hipertensión, diabetes, obesidad, dislipemia, tabaquismo) y no modificables, así como mecanismos fisiopatológicos comunes con procesos de inflamación crónica como común denominador (5,6).

 

El propósito de esta revisión es exponer la evidencia actual de la cardio-oncología, y enfatizar en el rol del cardiólogo clínico en  la  atención  de  los  pacientes  oncológicos  desde  la estratificación, el diagnóstico y la prevención primaria y secundaria. Por último, comentar las expectativas que se tiene en este campo puesto que impactarán en temas de salud pública de dos de las principales causas de mortalidad a nivel mundial.

 

Interacción entre cáncer y enfermedades cardiovasculares

 

La relación de cáncer y enfermedades CV es compleja y va más allá de los efectos relacionados con la terapia oncológica (Figura 1).

 

Los pacientes con cáncer tienen un riesgo de 2 a 6 veces mayor de mortalidad cardiovascular (relacionada con insuficiencia cardiaca, hipertensión arterial, enfermedad cerebrovascular, infarto de miocardio, enfermedades valvulares, de la aorta o pericardio) que la población general (7,8). De acuerdo con el registro estadounidense de Supervivencia, Epidemiología y Resultados finales (SEER), que analizó la causa de muerte en la población general vs. pacientes diagnosticados con cáncer desde 1973 a 2015, el 11% de la mortalidad de pacientes oncológicos es de causa cardiovascular (2/3 por insuficiencia cardiaca). De manera general, este riesgo es tres veces mayor en el primer año posterior al diagnóstico de cáncer (riesgo temprano), sobre todo en neoplasias como el cáncer de mama, próstata y vejiga, y se mantiene de manera progresiva y continua por los siguientes 10 años posteriores a la supervivencia del paciente al cáncer (riesgo tardío) especialmente para cáncer de mama, melanoma o próstata, es entonces así que se puede apreciar el impacto estimado de la atención cardio-oncológica (8) (Tabla 1).

 

El cáncer y las enfermedades cardiovasculares comparten muchos factores de riesgo.

 

a.        Hipertensión arterial (HTA). La hipertensión es la comorbilidad más frecuente en pacientes con cáncer (7). La HTA es considerada como causa y efecto del cáncer y terapia oncológica. Algunos tratamientos dirigidos, como el tratamiento con quimioterapia como los inhibidores de factor de crecimiento del endotelio vascular (anti-VEGF), aumentan el riesgo de hipertensión y tiene una asociación clínicamente significativa a mayor mortalidad (5).

b.        Diabetes mellitus. La incidencia de insuficiencia cardiaca, muerte  cardiovascular  o  no  cardiovascular   y   cáncer es mayor en pacientes con diabetes vs. población no diabética (5,9). Mecanismos propuestos incluyen: incremento en el estado inflamatorio, respuesta oxidativa y daños directos relacionados con el exceso de glucosa y déficit de insulina (5).

c.        Obesidad. La obesidad se relaciona con mayor riesgo de síndrome metabólico y de enfermedades cardiovasculares. Asimismo, de acuerdo con la Agencia Internacional de investigación en Cáncer (IARC), tanto el sobrepeso como la obesidad confieren un incremento en el riesgo relativo de (1,2-1,5 y 1,5-1,8; respectivamente) de padecer cáncer; la hipótesis que trata de explicar esta asociación lo vincula a  un estado de inflamación crónica el cual puede conllevar a daño en el ADN e incrementar la posibilidad de mutaciones malignas e incidencia de cáncer (10).

d.        Genética. Varias mutaciones genéticas heredadas o adquiridas han sido estudiadas en los últimos años. Uno de los ejemplos es la mutación en Wnt/β catenina, qué de estar involucrado en la proliferación y migración celular, empieza a tener un rol en la ateroesclerosis y en la génesis de varios tipos de cáncer (5). Otro hallazgo son las mutaciones somáticas en las células madre hematopoyéticas que aparecen con el  envejecimiento;  estas  células,  al  llegar a nivel periférico, toman el nombre de hematopoyesis clonal de potencial indeterminado (CHIP) dando inicio a la aparición de neoplasias hematológicas (1%) y hasta un 40% de riesgo cardiovascular, independiente a otros factores de riesgo tradicionales (11).


e.        Tabaquismo. Factor de riesgo bastante reconocido que conlleva a disfunción endotelial, estado proinflamatorio, apoptosis y necrosis celular, que favorece el escenario para  la aparición de enfermedades cardiovasculares, cáncer de pulmón y de vejiga (5).

f.         Hipercolesterolemia. Estudios clínicos y experimentales han demostrado que la hipercolesterolemia y la dieta con alto contenido de grasas saturadas pueden influir en el desarrollo de cáncer  a  través  de  señales  celulares  que  favorecen  la formación de tumores. Por otro lado, se ha visto una asociación entre el tratamiento hipolipemiante y la reducción del riesgo de cáncer de mama, colon rectal y próstata (5,12).

 

 

La inflamación crónica genera un aumento  en  el  estrés   oxidativo,   activación    del    sistema    neurohumoral  y desregulación del sistema  inmune,  lo  cual,  a  su  vez, genera el ambiente  propicio  para  la  aparición  de  cáncer  y/o enfermedades cardiovasculares (5,12). Los pacientes con enfermedades CV e insuficiencia cardiaca (IC) tienen un riesgo mayor a la población general de padecer de cáncer (HR 2,1 95% CI 1,39-3,35 p<0,05) (14,15). El reconocimiento de la inflamación a través de la proteína C reactiva en pacientes CV y su asociación con la incidencia de cáncer (16), además del efecto de modular este riesgo con terapia antiinflamatoria continúa siendo un campo de futura intervención (17).

 

 

Estratificación de riesgo y diagnóstico de la disfunción miocárdica en pacientes con cáncer

 

La cardio-oncología ha expandido su campo  de estudio en los últimos años, no solo por los nuevos conceptos de interacción corazón-cáncer, sino por la aparición de nueva terapia oncológica que ha cambiado dramáticamente la historia natural de la enfermedad, permitiendo que muchos pacientes sobrevivan más años y requiera una constante evaluación de los efectos cardiotóxicos relacionados con esta terapia.

 

De las afectaciones del tratamiento oncológico (Tabla 2) la más temida es la disfunción ventricular secundaria a cardiotóxicos (7,18). Pese a la importancia de esta complicación, no existe una definición universal para la disfunción cardiaca relacionada al tratamiento con cáncer (DCRTC). La mayoría de las sociedades científicas toma en cuenta cambios en la función sistólica del ventrículo izquierdo (FEVI): una caída en términos absolutos >10% respecto al valor basal hasta llegar a un valor de FEVI inferior al límite normal; la Sociedad Europea de Cardiología (ESC) considera <50%, la Sociedad Americana de Ecografía y Asociación Europea de Imagen Cardiovascular <53% y para la Sociedad Europea y Americana de Medicina Oncológica <55% (7,18-19).

 

 

 

El riesgo de padecer de DCRTC es continuo por lo que debe identificarse el riesgo del paciente antes, durante y después del tratamiento oncológico con la idea de facilitar y minimizar la interrupción de este. La incidencia de DCRTC es de un 10% y varía según el riesgo del paciente, la terapia oncológica usada, dosis acumulada, el tiempo de exposición y la definición usada para su diagnóstico (20, 21).

 

Para el año 2020, la Asociación de Insuficiencia Cardiaca de la ESC, en conjunto con la Sociedad Internacional de Cardio- Oncología, proponen el uso de una escala de riesgo previo al inicio del tratamiento oncológico para optimizar el manejo de enfermedades y reducir los factores de riesgo cardiovascular prexistentes, con el fin de reducir el riesgo de complicaciones durante y después del tratamiento oncológico. Esta escala, aún validación prospectiva, es producto de la recomendación de expertos que la diseña para siete tipos de terapias oncológicas que han sido asociadas con un riesgo cardiovascular significativo, no necesariamente exclusivo para DCRTC (21).

 

El uso de esta escala, adaptado para cada tipo de terapia oncológica como antraciclinas (Tabla 3), receptor de crecimiento epidermal humano 2, inhibidor del factor de crecimiento endotelial vascular, inhibidores de la  tirosina  quinasa,  entre otros, debería ser realizado lo más pronto posible por el médico oncólogo, sin retrasar el tratamiento oncológico; si el paciente es de riesgo alto o muy alto se sugiere una decisión multidisciplinaria. Como parte de esta valoración inicial se ha de requerir el estudio basal de electrocardiograma, ecocardiograma (idealmente con FEVI 3D y strain longitudinal global) y biomarcadores cardiacos como la troponina de alta sensibilidad, y péptidos natriuréticos que permita darnos una idea basal del potencial riesgo cardiovascular con fines de monitorización a futuro (7,21).

 

El seguimiento clínico con ecocardiograma y biomarcadores dependerá del riesgo clínico basal (bajo, medio, alto o muy alto riesgo) del esquema terapéutico y la disponibilidad local. Esta aproximación empírica propuesta  por la ESC implica el seguimiento estrecho durante el tratamiento, como en el caso antraciclinas y pacientes de bajo riesgo: después del uso de >240 mg/m2 de doxorrubicina o su dosis equivalente se sugiere un control cada dos ciclos de quimioterapia; en cambio, si el paciente es de alto riesgo, cada dos ciclos, independiente de la dosis acumulada y en un intervalo de 1 a 5 años postratamiento (7,22).

 

Para el diagnóstico de DCRTC se debe hacer uso de técnicas de  imagen,  de  preferencia  la  ecocardiografía  por su  amplia  disponibilidad,  y  biomarcadores,   Otras   formas de categorizar el DCRTC es mencionar si es sintomática o asintomática y reversible (con una variación dentro de 5% del valor basal pretratamiento oncológico), parcialmente reversible (mejora ≥10%, pero continúa estando >5% por debajo del valor pretratamiento oncológico), irreversible (mejora <10% y continúa estando >5% por debajo del valor pretratamiento oncológico) o indeterminado (no acudió a revaluación) (18,19).

 

Para la valoración de la FEVI, la ecografía bidimensional (2D) ha mostrado baja sensibilidad para detectar cambios en la función cardiaca (variabilidad inter e intraobservador de  10%), por eso, siempre que esté disponible y en centros con experiencia debe usarse FEVI tridimensional (3D) por presentar menor variabilidad (<4%) y mayor certeza en el diagnóstico (7,23).

 

Otras técnicas ecográficas incluyen al strain longitudinal global (SLG) para evaluar la deformación miocárdica que identifica disfunción subclínica en la función ventricular, con lo cual se permite mejorar la sensibilidad y facilitar la detección precoz de DCRTC (variabilidad intraobservador <4%, interobservador <6%) (7,18-19). El descenso del SLG relativo >15% con respecto al basal, identifican daño estructural cardiaco; por ejemplo, en un paciente con cáncer de mama, si el SLG inicial es de -24%, y el SLG luego de la aplicación de paclitaxel y trastuzumab es de -17,8% con una reducción relativa de 25,8%, ya hace el diagnóstico precoz de DCRTC asintomática, esta definición incluye hacer uso del mismo equipo para facilitar el seguimiento y hacer más correcta la interpretación.

 

El empleo de ecocardiograma también puede ayudar a identificar otro tipo de complicaciones de la terapia oncológica, incluyendo enfermedad valvular, pericárdica y hallazgos sugerentes de hipertensión pulmonar (18,24).

 

El uso de la resonancia magnética, patrón de referencia para la cuantificación de FEVI,  está  limitado  a  pacientes  con duda en la valoración ecocardiográfica, para detectar la causa de disfunción ventricular (cardiotoxicidad ± isquémica), valoración del pericardio, infiltraciones y masas (7,18). La tomografía computarizada cardiaca como imagen adyuvante al ecocardiograma y resonancia está dirigida a la detección de ateroesclerosis basal,  enfermedad del pericardio y valvular que pueda afectar la FEVI como parte de la terapia oncológica o antes de esta (25).

 

Los biomarcadores o SLG mejoran el valor predictivo negativo (VPN 91%) para detectar DCRTC y, por lo tanto, mejoran la estratificación de riesgo de IC (26). El uso de los biomarcadores permite conocer cambios en la enfermedad que facilitarán la toma de decisiones y manejo, permitiendo así  un  monitoreo  más cercano y el inicio de medicamentos cardioprotectores. Asimismo, deben ser interpretados por el cardiooncólogo basado en el contexto clínico, y no llevar automáticamente al cese del tratamiento oncológico. Los dos biomarcadores más usados en esta estratificación son: troponina y péptidos natriuréticos (27).

 

La determinación de la troponina cardiaca permite prevenir, tratar y monitorizar el riesgo CV en pacientes con terapia oncológica; pacientes con troponina positiva tuvieron mayor riesgo de DCRTC (OR 11,9, 95% CI 4,4-32-1 p<0,05). El uso la troponina de alta sensibilidad se prefiere como variable cuantitativa (a más alto el valor peor pronóstico) en lugar de la cualitativa, para lograr acertar con mayor exactitud el mecanismo que domina este daño (disminuir el diagnóstico diferencial) (18,27).

 

Tratamiento: prevención primaria vs. secundaria de la disfunción miocárdica en pacientes con cáncer

 

Se denomina prevención primaria a la estrategia dirigida a pacientes sin enfermedad CV, previo o sin previo diagnóstico de cardiotoxicidad. Prevención secundaria es aquella que va dirigida a pacientes con enfermedad CV previa, o evidencia de cardiotoxicidad previa (21).

 

Independientemente de la estrategia, se debe procurar un estilo de vida saludable y el control de factores de riesgo CV (FRCV): control de presión arterial, colesterol, glucosa, dieta, actividad física, ejercicio y evitar el tabaquismo (18).

 

Como medidas estratégicas de prevención primaria, además del seguimiento en base al  riesgo individual, se recomienda tratamiento secuencial, evitar el uso simultaneo de antraciclina y anticuerpos monoclonales inhibidores de la tirosina quinasa: HER2, así como el uso de esquemas con menor toxicidad en caso de pacientes de alto riesgo. En el caso de las antraciclinas, el empleo de formulaciones liposomales y dexrazoxano está indicado en pacientes con riesgo alto o muy alto de complicaciones cardiovasculares. Del mismo modo, el empleo de técnicas modernas de radioterapia limita el impacto de la misma sobre el tejido no tumoral (28).

 

No hay evidencias que apoyen el uso universal de estrategias farmacológicas de prevención primaria con inhibidores de la enzima convertidora de  angiotensina  (IECAs),  antagonistas de los receptores de angiotensina II (ARA-II) o betabloqueantes, aunque se recomienda el uso de estos  fármacos  para  el manejo de comorbilidades preexistentes y en prevención secundaria. Del mismo modo, en pacientes que desarrollan toxicidad miocárdica subclínica, definida por reducción del GLS o elevación de troponinas y FEVI preservada, se debe considerar el inicio de terapia para IC (ver propuesta dada por el Hospital Royal Brompton Tabla 4) (29).

 

El tratamiento cardioprotector más frecuentemente estudiado es  el  uso  de  IECAS/ARA-II,  beta  bloqueadores  (BB)  y en menos frecuencia los antagonistas de receptores de mineralocorticoides (ARM). El uso precoz (en cambios subclínicos) y en terapia combinada (IECAS asociado a BB) se postula más efectiva que el uso de cada uno de manera aislada (18, 30,31).

 

 

El estudio SUCCOUR se diseñó con el fin de comparar la utilidad del GLS y la FEVI 3D a la hora de definir la estrategia óptima de cardioprotección en pacientes tratados con antraciclinas que tenían, al menos, un factor de riesgo de cardiotoxicidad. En aquellos pacientes en los que se inició la terapia cardioprotectora basada en la caída de SLG (reducción relativa≥12%) hubo menos casos de DCRTC al año, a diferencia de aquellos que usando la definición clásica basada en FEVI3D que iniciaron la terapia médica (p<0,05) (31). Sin embargo, la FEVI final en los dos grupos fue similar.

 

Se debe procurar todo esfuerzo clínico antes de suspender o retrasar el tratamiento oncológico, valorando el riesgo de IC frente al de recidiva o progresión del cáncer de manera individualizada. (7,28).

 

La duración del tratamiento de IC tras la normalización de la FEVI es motivo de controversia. Se recomienda un seguimiento estrecho, con suspensión gradual en  pacientes  asintomáticos sin factores de riesgo CV y con parámetros normales y estables por más de 1 año (FEVI, SLG, troponina y péptidos natriuréticos). Para aquellos que persistan sintomáticos y con IC, se recomienda minimizar factores que precipiten mayor IC (anemia, hipertensión no controlada, isquemia, etc.), optimizar el tratamiento médico indicado en las guías clínicas, ello incluye el implante de dispositivos o trasplante cardiaco según su pronóstico lo permita (7,32).

 

Diez cosas que todo cardiólogo debe tomar cuenta en la atención cardio- oncológica

 

     I.        El cáncer y los problemas cardiovasculares son dos de las principales causas de muerte a nivel mundial.

        II.            El paciente con cáncer tiene de dos a seis veces más riesgo de fallecer por enfermedades cardiovasculares, y el paciente cardiaco tiene un riesgo incrementado de hasta dos veces de cáncer que la población general.

 III.        La cardio-oncología va más allá de los efectos cardiotóxicos del tratamiento del cáncer, incluye también entender los mecanismos etiológicos y factores que perpetúan ambas condiciones, y el desarrollo de posibles nuevas herramientas terapéuticas que impliquen de manera conjunta una buena  evolución de ambas enfermedades.

  IV.        El cardio-oncólogo es el cardiólogo especializado en la prevención, diagnóstico y manejo de complicaciones cardiovasculares en pacientes con cáncer, con un campo que va creciendo cada vez más en forma articulada y conjunta al servicio de oncología.

    V.        La terapia oncológica tiene más de un impacto adverso a nivel cardiovascular, específico del mecanismo de acción quimio o radioterapéutico, dosis acumulada y tomando en cuenta el riesgo basal del paciente.

  VI.        Se debe hacer una estratificación de riesgo previa al inicio del tratamiento oncológico que no retrase de ninguna forma el mismo (salvo casos de alto o muy alto riesgo, donde se requiere evaluación multidisciplinaria)

VII.        El diagnóstico de DCRTC está actualmente basado en cambios en la FEVI, GLS y troponinas.

VIII.        El SLG permite identificar cambios en la deformación miocárdica y es un parámetro más sensible y reproducible que la FEVI para la monitorización de pacientes oncológicos, realizando un diagnóstico precoz de daño miocárdico por antitumorales. Los biomarcadores específicos (troponina) permiten detectar daño miocárdico.

  IX.        El uso de terapia cardioprotectora (IECAS, BB, ARM) debería ser iniciada con cambios subclínicos, para evitar progresión a fases sintomáticas de disfunción cardiaca.

    X.        El seguimiento en los sobrevivientes debe obedecer una estrategia de prevención a corto, mediano y largo plazo (10 años a más).

 

Retos futuros de la cardio-oncología

 

La cardio-oncología, como subespecialidad, requiere mayor difusión en pos de organizar un sistema articulado entre el oncólogo y cardiólogo. Este sistema debe adaptarse a la salud pública y sistema sanitario de cada país, debe estar presente en sus formas básicas y más complejas, desde los hospitales de segundo nivel hasta los centros de referencia, con metas claras en base a cada centro.

 

A su vez, el futuro debe apuntar a mayor evidencia científica en este campo, desde resultados de estudios genéticos y epigenéticos que puedan ser empleados en beneficio de la práctica clínica, hasta futuros cambios en políticas de salud pública a nivel mundial (33).

 

Conclusiones

 

La creciente prevalencia  de las enfermedades cardiovasculares y oncológicas a nivel mundial y nacional y su estrecha relación, obliga a crear especialistas y servicios cardio- oncológicos que permitan manejar esta condición de manera articulada.

 

El advenimiento de nueva terapia oncológica, junto con la supervivencia de  más  pacientes  oncológicos/cardiológicos, la amplificación de la tecnología y estudios de imagen, ponen  en desafío a la cardiología para enfrentar nuevos retos y crear oportunidades en el  campo de  prevención, diagnóstico y tratamiento oportuno e innovador a nivel de la cardio-oncología.

 

Contribuciones de los autores

 

Ambas autoras participaron en la concepción, redacción y revisión crítica del manuscrito.

 

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Filiación de los autores

1 Unidad coronaria, Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez, México DF, México.

2 Servicio de cardiología, unidad de cardio-Oncologia Hospital Universitario La Paz. Instituto de investigación La Paz-IdiPAz. Madrid, España.

a Cardióloga.

 

 

Recibido: 05 de junio de 2021

Aceptado: 16 de junio de 2021

 

 

*Correspondencia

Jirón coronel Zegarra 417, Jesús María 15072

 

Correo: cpaola.paredes@gmail.com, tlfernandez8@gmail.com

 

Conflictos de interés

Los autores declaran no tener ningún conflicto de interés.

 

Financiamiento

Autofinanciado.

 

Citar como:

Paredes-Paucar C, López-Fernández T. Rol del cardiólogo en el manejo de pacientes oncológicos. ¿Dónde estamos y a donde debemos ir? Arch Peru Cardiol Cir Cardiovasc. 2021;2(2):103-111. doi: 10.47487/ apcyccv.v2i2.140